Un santo entre nosotros
Se llamaba Jozef Wech y nació en Dorog (Hungría) en 1909. Profesó como Salesiano de Don Bosco, siendo ordenado sacerdote en Turín en julio de 1936.
Siempre quiso ser misionero. Y lo fue el resto de su vida. Estuvo tres años en la República Dominicana (1940-1943), y treinta y siete en Cuba (1936-1940; 1943-1979).
En ese tiempo cambió el apellido Wech, que sonaba demasiado a alemán, por el de Vandor. Y resulta que, como tanto el beato Esteban Sándor como el padre José Vandor, eran húngaros y nacidos en la misma época, a veces los confundimos. Pero no. Esteban Sándor, el beato, fue un convencido Salesiano Coadjutor. Mientras que, el padre José Vandor fue un sacerdote de libro. Incluso en silla de ruedas.
Tanto que, al celebrarse los 50 años de su vida consagrada, Mons. Fernando Prego, obispo de Santa Clara de Cuba dijo: “Si alguien –perdóneme, pero tengo que decirlo padre Vandor– pesa después de Dios en la diócesis, yo creo es este viejito, usted, que nos sirve de pararrayos, además de canal por donde desciende abundantemente la gracia… Dios sabe la de problemas que nos ha librado el Señor por las oraciones que, convoyadas por este dolor de artritis, sale de ese sillón de ruedas…”.
Y, en la homilía de sus funerales, concluía diciendo: “…el Señor nos conceda algún día, cuando Él disponga, morir como él murió, y que podamos también, como él con toda seguridad ya lo habrá escuchado de la boca del Señor, oír cada uno de nosotros: Ven, siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor”.
Autor: José Antonio Hernández, sdb
Delegado inspectorial de Familia Salesiana en SSM